lunes, octubre 30, 2006

EL LARGO CAMINO HACIA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Por Carlos Rodrigo F. sáenz

La verdad solo es enemiga de la mentira.

Quizá los nombres de Giordano Bruno, Galileo Galilei, entre tantísimos otros no nos recuerden nada en absoluto; así como nadie recuerda los nombres de miles que han sucumbido víctimas de los fascismos tan solo por haberse atrevido a opinar libremente.

Voltaire fue posiblemente uno de los más reconocidos exiliados debido a sus escritos, y recordemos que, cuando las verdades que ostentaba tuvieron eco en la nueva época que él ayudo a gestar con su valiente y mordaz crítica, es que se le tomo como a un ídolo popular.

La terrible ira de la reacción no se deja esperar en cuanto las voces libres aparecen; fervientes adoradores de ídolos no desean permitir que alguien dirija las miradas, y las conciencias, a los decrépitos pies de barro de sus fetiches.

Quienes se atrevan a ostentar libertad de pensamiento, y estar alejados de gregarismos morbosos, serán vilipendiados, escarnecidos, malversados e incluso perseguidos o discriminados; se les tachará de agitadores… de ser la peor peste de la humanidad. Y al final, solo la historia otorga la razón a quien la tiene.

Paradójico y triste. Enseñanza sin lección.
Siendo tan fácil y lógico respetar el pensamiento y la expresión ajena, históricamente la atacamos. ¿Seremos los humanos proclives genéticamente a la dictadura? ¿Adoradores fanáticos del poder fascista? ¿Endiosadores de promesas incomprobables y rabiosos perseguidores y jueces del pensamiento libre?
Se ha visto que la verdad es muy débil ante el fanatismo cegador de inteligencia y de conciencia, tan débil como la gota de agua sobre la piedra. Pero quienes ejercemos la libertad de pensamiento sabemos que, tarde o temprano, la piedra sucumbe, y que si una gota cae otras lo seguirán haciendo.
Las polémicas de la libre expresión son simples luchas de intereses, y a veces los alegatos para sustentar, pongamos en éste caso, a un personaje político, terminan siendo en su detrimento, ya que el bien de un pueblo, así como la libertad, son cosa que cada individuo debe de practicar pulcramente, y no permitir que sean tomados como bandera política ni ropaje de demagogos.
Solo quien tiene compromisos con la mentira coarta la verdad.


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