miércoles, julio 01, 2009

Tamara de Lempicka






Tamara de Lempicka
Por Miriam Badillo
Sí, lo sé, Tamara no es el ejemplo más acabado de un genio de la pintura, del gran maestro. Mucho de lo que vi en la exposición que actualmente se exhibe en el hermoso Palacio de Bellas Artes, no me gustó, ni me conmovió. No la voy a defender de nada. La Tamara que me gusta es la estereotipada y glamorosa; la autora del “Tamara en el bugatti verde”, de los desnudos voluptuosos con dobleces lésbicos, de “Muchacha en verde” (mi favorito); la de los retratos de mirada huidiza y oblicua, la prototípica Tamara amante de la modernidad de las ciudades, sus autos, sus edificios, su moda. La mía es la Tamara emancipada, vanidosa, narcisista, exaltada, de poses estudiadas, de ángulos favorecedores; esa mujer se cree hermosa y entonces lo es. Me gusta Tamara con sus artificios y su superficie lustrosa y colorida. Y, quién sabe, tal vez en el fondo haya todavía secretos que se ocultan tras las bufandas color naranja o azul, tras los sombreros, los guantes y los amores histéricos.

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