jueves, noviembre 16, 2006

Percepciones sobre Oaxaca: dos días en el Congreso de la APPO
Por Tatiana Pérez Ramírez

Regreso a Oaxaca después de 11 meses. Sentía una necesidad apremiante de ver las calles y a la gente. A lo largo de los últimos 6 meses he tenido mucha información de lo que acontece ahí, desde la prensa escrita, la televisión y el Internet. Además, mi familia, que es de la Sierra Juárez y que actualmente vive en esa Ciudad, me ha comentado constantemente lo que ocurre.
Lo que todos han relatado en estos meses son historias de dolor, coraje, impotencia y rabia respecto a las acciones del gobernador Ulises Ruiz y el gobierno Federal. Pero de igual forma, también aparecen muestras de euforia, emoción y satisfacción por su organización y su creatividad para defenderse. Las voces de: Manuela Martínez, Pánfilo Pérez, María López, Leovigildo Ruiz, Yalina Paz, Josefina Jacinto, Rodolfo Pérez, Eusebio Hernández, entre muchos otros. Han permitido que imagine a la Ciudad de Oaxaca con plantones y barricadas, con marchas, tomas de las instalaciones de radios y televisoras, las asambleas de las colonias y las comunidades, las muertes y secuestros de algunos maestros de la sección 22, la entrada de la Policía Federal Preventiva y las múltiples batallas (como la del Puente del Tecnológico y Ciudad Universitaria), así como la toma del Zócalo.
Con toda esta información, el día 11 de noviembre salí del D. F para asistir a la reunión estatal de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. A las 3 de la tarde entré a la Ciudad, no habían muchos automóviles y a lo lejos se veía el retén de la PFP. En ese momento, mis acompañantes empezaron a señalar los lugares en donde se habían colocado un trailer, camiones, varillas, tubos de drenajes, y un sin fin de herramientas. Mi abuela Josefina, quien es maestra jubilada y que ha participado toda su vida en las movilizaciones del magisterio oaxaqueño, describía la barricada de “Viguera” y de “Brenamiel”, las cuales se localizaron justo en la entrada de la Ciudad. Con señalamientos de este tipo recorrimos las avenidas principales.
En apariencia todo estaba bajo calma, el transporte público era normal, la gente caminaba por las calles tranquilamente y se realizaban actividades cotidianas. Aunque después pude comprobar que la tensión no había disminuido, algunos contaban de la gran inseguridad que hay, sobre todo en las noches.
En el centro de la Ciudad observé el cuartel de la PFP. Por todos los accesos al Zócalo oaxaqueño estaban los policías con toletes y tanquetas. No se podía entrar a los portales con bolsas grandes a menos de que pasaran por una revisión. Si entraban varias personas (más de cinco) se les asegura un recorrido acompañado de algún policía. Así estaba la parte menos conflictiva de la Ciudad.

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La reunión de la APPO se había programado para los días 10, 11 12 de noviembre en el hotel del Magisterio. Me dirigí a ese lugar y logré entrar. Las personas de la APPO mostraron gran desconfianza hacia todos los extraños que visitábamos su evento. Había un gran número de asistentes, todos se reunieron en el auditorio del Hotel que era una enorme cancha de basketball. La mesa que dirigió las discusiones se ubicó hasta el fondo del Auditorio, la mayoría de los delegados estaban en la parte de la cancha y en los primeros escalones de las gradas, mientras los observadores estuvimos en la parte de arriba.
En este lugar se colgaron varias mantas en la pared principal y a los costados. La más grande mostraba a los hombres y mujeres luchando en contra de un enemigo que no se lograba ver. En esa imagen se presentaba a cada persona con una de las armas utilizadas en las confrontaciones, como: las hondas, los petardos, las resorteras, el alambre de púas, una hoz, un martillo, el arado y el megáfono. Todo esto estaba dibujado con pintura negra y algunos toques de rojo y amarillo. En otras tres mantas se volvía a representar al pueblo armado, también se veían los montones de piedras dentro de un carro de supermercado, a los indígenas poniendo las barricadas con las fogatas y la comida, a los topiles haciendo guardia y la gente velando un cadáver. Una manta más presentaba una versión de La última cena, pero en el centro se encontraba Juárez rodeado de los hermanos Flores Magón, Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez y otros personajes de la historia.
Ese fue el escenario del Congreso Constituyente de la APPO. Había un ambiente muy tenso, los delegados observaban desconfiados a los otros, no se permitió tomar imágenes a menos que los dirigentes lo aprobaran.
Las discusiones fueron intensas, las propuestas eran increíbles, nadie respetaba la temática de discusión a seguir. Se percibía la gran heterogeneidad de los planteamientos de los delegados, las propuestas eran divergentes y contradictorias. Se propusieron infinidad de cosas como: que el Congreso de la Unión esté integrado por el pueblo en donde se exprese la ama de casa, el obrero, el campesino; que se colocaran nuevamente las barricadas; que se llevara a juicio político a Ulises Ruiz y a todos los malos gobernantes; que retomaran los Acuerdos de San Andrés; que no se olvidara la identidad oaxaqueña; que se buscara la autonomía de las comunidades indígenas; que se defendieran los recursos naturales; que se formara un Consejo Popular que vigile al gobierno; entre muchas otras cosas.
Lo que pude observar es que en ese lugar se vertieron los sueños y anhelos de aquellos que han sido marginados a lo largo de la historia. Una mujer dijo algo que resume uno de los logros de esta reunión: “Venimos al Congreso a ser escuchados”, mientras que otra señora dijo algo muy importante: “Todos ustedes merecen mi respeto, así como yo merezco su respeto. Sólo pido respeto porque todos los que estamos aquí queremos paz y justicia. No queremos ese mal gobierno”.
De tal forma, este evento fue un espacio de expresión y discusión a cerca los gobernantes. Fue la articulación de los reclamos hacia un ejercicio del mando arbitrario e injusto. También fue la oportunidad de la organización y coordinación formal de las siete regiones. Esta ha sido una muestra más de la política que realiza el pueblo.
Pero también en este Congreso se vieron a los diferentes grupos que están dentro de la APPO. Asistieron delegados que representaban a su colonia, pero también estuvieron los delegados pertenecientes a las organizaciones políticas con amplia trayectoria. En la APPO, como en todos los movimientos sociales, hay intereses, con diversos fines y objetivos. No puedo asegurar el número de grupos ni sus nombres, pero son demasiados. En algunos momentos la discusión se tuvo que interrumpir para que no terminara en agresiones físicas. Se dieron anuncios, saludos de otras organizaciones y el acto musical del famoso “Son de la barricada”, para que los ánimos se calmaran.
Hasta donde estuve no se habían dado acuerdos, pero la discusión se veía larga, mucho más allá del Congreso Constituyente.
Al final del viaje también comprendí que los resolutivos del Congreso son fundamentales para lo que sigue, así como también es fundamental la participación de todos los que dieron vida y defendieron a su Ciudad ante la ocupación de la policía. Como dice la maestra Josefina: “Los líderes pueden decidir cosas que nosotros no queremos, pueden venderse, pero el movimiento no está en sus manos, quien decide es el pueblo”. Hasta cierto punto, la maestra tiene razón, los meses de lucha han dejado una amplia experiencia en los participantes de este conflicto. Ahora ya hay confianza en las movilizaciones que se pueden realizar y también se ha perdido el miedo.
A grandes rasgos, estas son las percepciones de un viaje de dos días a la Ciudad de Oaxaca. Es la reunión de impresiones personales a cerca de lo que observé y lo que escuché.

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