viernes, diciembre 26, 2008


Me dejo sorprender muy rápido, sí creo que sí. Mi relato quizá lo delate, pero fue todo un bombazo...

Segundo domingo de noviembre


Por Beatriz Méndez Torres


Asistí por mera casualidad, como es mi costumbre me dejé llevar como una hoja al viento y terminé en la Basílica de Guadalupe, este domingo a las 8:00pm, el motivo: la peregrinación de los cueteros de diversos puntos del centro del país como de Tultitlán, Tultepec, Otumba, entre otros.

Así las cosas, de pronto me encontré en medio de un paisaje multicolor, de mágicas luces, con olor a copal, música alegre y bailes prehispánicos. Algo ¿surrealista?, no, simplemente México.

El espectáculo fue desaforado, estruendoso, bestial. Es verdad.

Consiste en la quema tradicional de castillos, sí de los que se presentan en las ferias de los pueblos, sólo que aquí, todos los peregrinos tienen tradición pirotécnica y le ofrecen a la Virgen y a San Juan Diego, como ofrenda alrededor de más de 50 castillos, yo vi como 100, quizá era mi emoción...

Todos los castillos se queman a partir de las 8:00pm. Uno tras otro, acompañados de cuetes, bombas multicolores y demás inventos de los artistas de la pólvora.

La quema empezó en medio de una pequeña multitud, de música de banda y de tambores estilo africano (aunque usted no lo crea), con concheros y el sonido del caracol, la procesión de cueteros con los estandartes de la Virgen, y un olor a copal. Todo esto en la explanada de la Basílica, coronada por una luna llena y la cúpula de la antigua catedral.

Así la fiestecita, desaforada en toda la extensión de la palabra, músicas diversas, baile, y los castillos, decenas de ellos, unos tras otro, que no dan tiempo de asimilar tanta creatividad y colorido, porque al término de la quema de un castillo viene otro acompañado de tantos trucos mágicos.

Fueron alrededor de 8 castillos los que alcancé a ver quemar, alrededor de dos horas, y quedaban un montón, la fiesta apenas comenzaba cuando me tuve que retirar.

La próxima vez ya llegaré con conciencia, sin casualidades, aunque a veces se disfrutan más las sorpresas, exactamente fue como un regalo sorpresa, espectáculo gratuito, que no sabía que existía y que no pensé que terminaría ahí.
Los invito a todos a que asistan el próximo año.

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