jueves, junio 21, 2007




De Fando y Liz a Nosferatu




Por Miriam Badillo






El fin de semana pasado fui al centro cultural universitario a ver una película. Procedí como siempre: elegí lo que habría de ver de acuerdo al nombre sin fijarme en nada más. El título “Fando y Liz” me resultaba familiar, entré a la sala y me dispuse a ser sorprendida una vez más por la enorme pantalla. Hasta ese momento supe que el director del filme era Alejandro Jodorowsky, reconocido excéntrico. Nunca había visto ninguna de sus películas, sin embargo lo recuerdo bien por una entrevista que ví hace unos meses en la cual conversaba con algún escritor, cuyo nombre se me escapa, sobre diversos temas y de los cuales solo recuerdo que últimamente se dedicaba a leer el tarot en las calles de París, donde habita por ahora. Me pareció un tipo lúcido, sereno. Tenía vagas referencias sobre el carácter alocado y complejo de su obra y me despertaba cierta curiosidad, de modo que haberme topado así de pronto con una de sus películas me pareció una afortunada coincidencia. Debo reconocer que me resultó tremendamente difícil esta primera aproximación a su mundo, debo confesar que me quedé dormida, debo confesar que salí del cine pensando en que no me interesaba esforzarme tanto por comprender lo que el hombre quiso o no quiso decir en su película, que con su pan se lo comiera él y el circulo de bienaventurados que pudieran disfrutarlo o comprenderlo o interpretarlo o vaya a saber Dios qué. Yo miraba las imágenes con buena disposición pero me cansé y me puse a pensar en la gente que no sabe nada de nada de filosofías, estéticas y todo aquello que por lo visto se necesita para adentrarse en el mundo jodorowskiano. Simplemente no lo soportarían. Pensé que era una buena cosa que el hombre pudiera llevar a cabo, materializar sus alucines pero que debía reconocer que el alcance que ellos tendrán será mínimo y reducido. Se pensará que eso sucede a menudo con la obra de muchos iluminados y que lo aceptan y no les importa demasiado, que hacen lo que hacen porque no podrían hacerlo de otro modo aunque su destino sea un poco la soledad. Sobre todo porque al parecer la película tiene una feroz carga de crítica social, entonces, ¿a quién está dirigida? ¿A la gente común que vive los problemas que ahí se plantean? No lo creo y eso es lo que me parece digno de reflexionar.
Pocos días después vi otra película: Nosferatu, versión muda de 1922. Y ocurrió otra coincidencia. Cuando nos encontrabamos conversando un poco sobre esta cinta alemana alguien mencionó a Jodorowsky y hacía hincapié en que se le podía disfrutar toda vez que uno escuchará las explicaciones que el cineasta daba sobre sus películas, que entonces uno podía mirarlas con ojos nuevos y comprenderlas. Pensé que eso no me parecía del todo conveniente, sin embargo me hizo pensar sobre la naturaleza del arte, vaya cosa. Y para rematar alguien mencionó otro asunto que me vino a confundir otro poquito más: lo cuestionable de rechazar de entrada una obra que parece difícil de facto. Cosa que yo hice con la nada transparente Fando y Liz. Sin embargo alguien mas mencionó que simplemente en gustos se rompen géneros y nada te obliga a disfrutar de una obra fácil o difícil si simplemente el gusto no te da para ello y bueno, es la historia sin fin así que lo dejo aquí, por ahora.

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