jueves, octubre 23, 2008

Por Beatriz Méndez Torres



Olvidándome unos días de la urbe.

Recorriendo un poco el norte de México, alejándome de las penas y el estrés de la sociedad de la capital, pude liberarme en gran medida de las ataduras en las que me fui envolviendo poco a poco, la mayoría de las veces sin darme cuenta, y que al percatarme de la realidad en la que me encontraba quise zafarme de inmediato, pero me di cuenta que requiere tiempo liberarme de tanta polilla a la que me dejé someter conciente o inconscientemente, requiere tiempo salir de esa maraña, quizá como la mariposa teje su propio capullo y permanece encerrada para luego volar.

Así estoy yo dispuesta a volar, aunque a veces pase por penas, a veces duras, otras no tanto, pero son como la lluvia fina que no daña pero no se quita en todo el día.

El recorrer esos paisajes del norte tan inmensos, me hizo olvidar las pequeñeces, respiré aires nuevos que refrescaron mi mente y colmaron mi corazón de esperanzas y alegrías...

Un poco de prehistoria en Coahuila.

El museo del desierto en Coahuila revela un poco de lo que quedó petrificado en esas tierras: una huella humana de hace 10 mil años, misteriosas pinturas rupestres, algunas herramientas del hombre de las cavernas, claro no podían faltar los esqueletos de dinosaurios y mamuts, por último hay algunos testimonios de culturas ya casi extintas en Coahuila como los “tasá” o las tribus “Dwanish”, que fueron envenenadas por los gobernantes del siglo XVII.


Del ruido de la ciudad a la zona del silencio.

El primer paisaje que recargó mi casi extinta pila, fue el desierto en Mapimí, con el cielo de un azul hermoso y el desierto inmenso en el cual mi vista se perdía, fue lo que llenó mi ser de oxígeno, mi alma de vida. Cielo y desierto unidos en la inmensidad; no pudimos acampar, pero la guía de la zona del silencio nos dijo que las noches en el desierto de Mapimí son lo mejor, habrá que volver a este hermoso lugar lleno de paz.

A pesar de ser desierto hay fauna como tortuga, coyote, víboras, liebres, lechuzas, numerosas especies de pájaros. La flora también es diversa como orégano, biznaga, nopal y numerosas plantas medicinales tales como el huevo de venado que es una planta medicinal que cura algunos males de la próstata o el chaparro amargo que tan solo con mascar unas hojitas sirve para desparasitar y es bueno también para los quistes.

Otro paisaje que me fascinó por su singular belleza, también en Durango, fueron las montañas de la Sierra Madre Oriental que se levantan en una zona de clima desértico, lo que hace que las montañas se cubran de una vegetación de matorral y arenas ambos de color marrón suave, casi blanco, en esta región pude observar un gran puente colgante y aventarme en una tirolesa de 300 metros de ancho y 150 metros de profundidad, 18 segundos de trayecto en los cuales sentí que volaba como ave sobre el paisaje montañoso color parduzco, fue maravilloso me sentí libre y llena de vida.


Ya por Chihuahua.

Otra zona que me impactó, definitivamente, fue conocer una comunidad menonita en ciudad Cuahutémoc, en Chihuahua, una comunidad de personas cuya sobrevivencia se ha basado en su trabajo, que gracias a la práctica de sus tradiciones y la utilización de su propia tecnología e inventos han podido crecer en número y en economía. El pan que elaboran es delicioso y qué decir de su queso, mmmm... magnífico. Ahí está una clave o un ejemplo de la valoración de sí mismos, creo que México tiene mucho que rescatar de su cultura ancestral y no copiar al 100% todo lo que nos llega del extranjero.


Paisajes inmensos de pinos y más pinos.

Otro punto que me gustó fue el recorrido en el tren “Chepe”, puesto que se puede observar un paisaje bien conservado lleno de pinos y vistas de barrancas profundas. Esto en el recorrido por las barrancas del cobre en Chihuahua, paisajes inmensos de pino y más pino sobre montañas y más montañas en donde la vista se pierde en el cielo y la sierra al observar este umbral de montaña y bosque, tanta montaña y más montaña, bosque y más bosque, aire puro y lleno de palabras silenciosas que pregonan la tradición de la comunidad Tarahumara. Los rarámuris aún conservan sus tradiciones como su vestimenta llena de color y venden a los turistas su artesanía basada en cestos y objetos de madera y otros materiales que les brinda el bosque.

Es sorprendente ver a los Tarahumaras en las montañas, pareciera que meditaran, creo que hay mucho que ellos nos pueden aportar pues viven en armonía con la naturaleza, afortunadamente conocen bien la sierra y qué padre que los caminos no sean tan accesibles para que no se contaminen de tanta perdición de la sociedad consumista.

Urique, el divisadero, la sinforosa, son algunas de las barrancas que visité, sentía que volaba al observar esos paisajes inmensos.

Cerca de Cerocahui, un pueblo de las barrancas, acampamos en una cueva que está al cuidado de Don Rubén, un señor que vive en una casita de ensueño en la cima de unas montañas rodeada de pinos y árboles frutales como ciruelos y manzanos, nos convidó de sus frutos y jamás en mi vida he probado un ciruelo tan rico, fue maravilloso. Los riachuelos forman pozas de agua cristalina y fresca. Cerca de ahí hay vistas preciosas de barrancas y cascadas. Algo increíble que solo pensé existía en las caricaturas.

Don Rubén me comentó que el a veces copia la forma de vivir del Tarahumara y se sube a un cerro todo el día, al finalizar el día el comprende todo y dice: no me hace falta nada, así soy feliz, sentir el aire, ver los pinos, oler el bosque, escuchar mi corazón y digo me siento contento así, no ambiciono nada más, valoro el agua y el bosque, la vida, lo entiendo así, no necesito leer libros para entender lo que siento al ver el paisaje.

En la casa de Don Rubén hay una ventana justo a lado de su cama desde donde puede observar el paisaje de pinos y barrancas, qué tal, un sueño, me encantaría vivir aunque sólo fueran unas semanas en ese ambiente de libertad y de aire puro.

Al terminar el viaje llegamos a Zacatecas también muy linda ciudad llena de callejones, artesanía, dulces típicos en especial el rollo de guayaba con cajeta y nuez, mmm... bellas iglesias y lo mejor de gente amable.

Ahora ya en la ciudad tengo la pila cargada al poder observar y sentir los paisajes del norte, desierto, vistas de bosques de pino sin fin y de montañas y barrancas inmensas, de culturas diferentes y bien conservadas, de cielos limpios y de aire puro.

Conociendo un poquísimo del inmenso México multicultural.


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