martes, mayo 29, 2007

Contra el ruido y el silencio: la palabra (según un verso de Octavio Paz).


Por Miriam Badillo


Varias veces al día me sorprendo haciendo afirmaciones poco reflexivas. Jugando con las palabras, viéndolas flotar por el aire cuando salen de mi boca y se posan en algunos oídos o simplemente desaparecen sin dejar rastro alguno. Eso pasa muy frecuentemente en los cafés y en las fiestas. Asistí a una de estas últimas hace poco, una reunión de amigos y conocidos con ánimos de beber y conversar, nada de baile y música en alto volumen. Así que me dispuse al intercambio de opiniones (ya que no había baile) en el tono medio, intencionalmente, provocativo que suelo emplear cuando mi ánimo no está del todo agotado. El tema que cruzó la noche fue: la tecnología y sus relaciones con la vida cotidiana. Ni más ni menos. Antes de que se me diga que es pretencioso hablar de un tema así en una fiesta debo defender el derecho que tenemos los no especialistas de hablar sobre cualquier asunto o fenómeno por el simple hecho de ser quienes lo vivimos, sufrimos o gozamos en la realidad de la vida, así que continúo. Pronto la conversación se centro en dos posturas principales: quienes ven a las nuevas tecnologías como lo inminente a lo que nadie puede ni debe escapar y que miran a quienes no sentimos esa sensación determinista en nuestras vidas- y hemos seguido tan contentos sin preocuparnos demasiado de computadoras súper especializadas o juguetes tecnológicos- como extraños bichos melancólicos y románticos, cuando no como necios, obtusos e ignorantes. No desdeño gratuitamente la tecnología, el mundo digital y los poderes infinitos del Internet, sin embargo puedo pasarla perfectamente aún sin ver televisión (cosa que lleno de espanto a más de uno de mis interlocutores) y no me molesta en lo más mínimo tener un teléfono celular que solo sirve para hablar a través de él, y si lo olvido no se me cae el mundo. Me parece más bien que la discusión, de ambos lados, tendría que situarse no en estas frivolidades sino más bien en que manera la tecnología podría ayudar realmente a que el mundo fuera menos un lugar de sufrimientos y penurias para las mayorías. Pero seguramente eso es algo que a los tecnologíafilos les parece harina de otros costales. Lo que les interesa en más bien estar al tanto de las nuevas pantallas de plasma, o algo así, o de la cantidad de píxeles de la nueva cámara fotográfica.
Al final, de la discusión y de la fiesta siempre queda una sensación de hastío, algo de vacuo, es por ello que lo escribo aquí. Ah! Y sí, antes de que me lo señalen: sí, estoy usando una computadora y el Internet, ustedes perdonen.


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