viernes, abril 24, 2015

Sólo los amantes sobreviven

Por Miriam Badillo



Hace mucho que no escribo sobre películas, a pesar de que he visto varias, muchas,  en los últimos tiempos. Sin embargo, no podía dejar de escribir sobre ésta. La recuerdo como un sueño muy bello. Quien la realizó, creo, posee un alma igualmente bella. La vi en un cine casi vacío que quedo aún más vacío hacía la mitad de la película. No me sorprende: largas escenas, diálogos pausados en voces bajas. Nada para lo que el cine comercial y la cultura de la velocidad haya querido educarnos. Sólo ocurre "algo" rumbo al final de la película, algo que habrá de precipitar la caída de los dos seres angelicales y refinados que protagonizan el sueño. Yo, lo digo sin pretensión, sí estoy educada para contemplar y escuchar (puedo poner el teléfono en silencio y olvidarme de él sin ninguna ansiedad). Me senté pues ahí y contemplé y escuché. Contemplé los desplazamientos nocturnos de dos enamorados solitarios, serenos, por un Detroit decadente, fantasmal y poético. Dos almas viejas y artísticas que contemplan las edades del mundo, su degradación evidente, su perdida de profundidad. Dos ermitaños que aman al universo y al mundo en silencio y con algo de fatiga, que aman y custodian la belleza. La música contribuye enormemente a sostener el sueño. De Jim Jarmusch vi "Hombre muerto" hace mucho mucho, supongo que la veré nuevamente. 

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