jueves, mayo 31, 2012

Tiempo de danzar

Por Miriam Badillo

A través del cine me he rencontrado con un viejo amor: la danza. Nunca lo he abandonado del todo, la practico tanto como puedo, pero en este caso me he rencontrado con la danza con mayúsculas, con la danza que es arte. En esta ocasión, además, con la danza que es búsqueda, inmersión en lo humano, lo que singnifica ser humano, estar vivo y estar en este mundo.

Las flores del cerezo de la conmovedora Doris Dorrie me ha presentado una maravilla del Japón: la danza Botuh. La película misma es como una pieza de ese misterioso y desgarrador arte de la expresión y la exploración del alma a través del cuerpo, con el cuerpo, dentro del cuerpo, más allá del cuerpo.

Pina del también conmovedor Win Wenders es otra joya. Mientras la veía era inevitable no pensar en la danza Botuh. Esa transgresión, esa inmersión, esa búsqueda, esas desgarradas y reiteradas preguntas a la vida, al universo, a Dios por parte de Pina Bausch, eran un poco las mismas que observé en la danza del Japón. 

Los tiempos de la danza son tan inmemoriales y eternos como lo es el alma humana con todas sus luces y sus sombras.

Claro, hay que verlas y, claro, hay que danzar.

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