martes, agosto 29, 2006

LA COMUNICACIÓN DEL NEOLOGISMO,“DEMOCRACIA” POR EJEMPLO
Por Carlos Rodrigo F. Sáenz
En España, las décadas de los 1980 y 1990, sobre todo, se vio un fenómeno muy peculiar, la aparición de neologismos estrambóticos con clara influencia del idioma inglés. Se tomaron la molestia de traducir literalmente las palabras de habla inglesa para integrarlas al habla cotidiana, máxime cuando de asuntos tecnológicos se trataba. Bueno, eso no es nuevo, el idioma castellano –“español”, si gustan- está plagado de ismos que le enriquecen y le adecuan a la actualidad que se trate.
Algunas importaciones se quedan, otras, por absurdas, por incomprensibles, o fastidiosas, terminan por desaparecer.En México, desde que Marta Sahagún “empoderó” a las mujeres, y desde que hordas de comunicadores egresados de escuelas “patito” (y no se diga aquellos provenientes de universidades de paga, que propugnan modelos apegados a la realidad impuesta más que a la cotidiana) plagaron los medios de comunicación, muchas veces hasta trabajando gratis, recompensándose tan solo con ver satisfechas sus ansias de novilleros, es que el idioma, su uso, y hasta su capacidad de comunicar, se vieron arrollados por terminologías pedantes y pretenciosas, que solo quien las escribe sabe lo que significan.
Neologismos comunicantes, o el abuso del neologismo como ostentación de pretensión intelectual y de legitimación profesional. Comunicar ya es algo lejanamente relacionado, pero no la meta, al escribir.Mientras que para ciertos comunicadores el inventar palabras, modismos, sonsonetes y muletillas, es una forma de hacerse notar por el lector, quien concluye que no sabe ni qué carajos barruntar de lo leído, tan plagado de terminologías posmodernas; y por otros comunicadores igual de adictos a generar y desentrañar mensajes cifrados, crípticos y enmarañados.
Es un fenómeno parecido a la ilegible letra de los médicos, que así proyectan su afán de esconder y proteger de ojos profanos su sapiencia, así los comunicadores se dedican meramente a ostentar sus capacidades técnicas con el idioma, pues muchos de ellos son incapaces ya de comunicar. Y lo peor, son totalmente ineptos de poner situaciones en claro, especulan regodeándose en la glosa del tema, pero jamás afrontan el fondo del asunto.
También, en un país, éste, donde la búsqueda intelectual del promedio de la población se contenta con el morbo, con el chisme y con la intriga, la comunicación masiva se ha denigrado a ser una boyante empresa administradora del escándalo, malversando la realidad a conveniencia. Un pastel grotesco adornado bizarramente con palabrillas pedantes.En la política, con milenios de adelanto en cuestión de demagogia, de perversión de la realidad en pro de intereses sectarios y personales, la creación de neologismos es de un carácter muy llamativo, no inventan palabras, pero si nuevos significados a palabras muy conocidas.
¿Cuántas acepciones mañosas tiene ya la democracia?
Los políticos usan la palabra “democracia” como elemento orquestador para la manipulación: todo aquello que les conviene es la democracia, sucede en la democracia o conduce a la democracia, y claro, los principales “democratizadores” son ellos. Todo lo que se les opone, afecta sus intereses, los pone en evidencia y les obstaculiza el camino, es antidemocrático. Sus enemigos políticos y detractores son “antidemocratizantes”.Recuerdo a una amiga chilena, exiliada política en Holanda, que en las mañanas acostumbraba abrir la ventana y exclamar: “pueblo de Chile, hoy en democracia…” Hasta que un día, intrigado por tal cosa, le pregunté qué significaba ese ritual mañanero. Ella me informó que Pinochet así comenzaba sus discursos.Utilizar los valores elevados para justificar bajezas es un ardid político muy socorrido, y al parecer inagotable. El riesgo implícito en tal manía es depauperar, a la larga, la moral popular. Y ponerse a comunicar con jerigonzas sofisticadas contrae la tara de invalidar la comunicación.Pero en una “democracia” todos tenemos el derecho de manipular al prójimo y a la misma realidad en beneficio personal, malversando el idioma, los valores humanos y lo que se nos ponga enfrente. El chiste es obtener lo que deseamos, las consecuencias no importan, son parte de la “dem(agog)ocracia”.

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