martes, agosto 22, 2006

Texto y fotos

Por

Claudia Bautista Monroy

Hace semanas lo soñé. Me desperté angustiada, pensativa, con una sensación extraña en los brazos, como si toda la noche hubiera estado deteniendo un arbol a punto de caer.Si en algún lugar del mundo existen las hadas, debe ser en este sitio, pensaba cuando niña al recorrer con pasos suaves, el verde césped que de forma natural crecía suave y fino. Los pies caminaban respetuosos del espacio y el espíritu se tranquilizaba al captar mediante los ojos un lugar bañado de luz verde-transparente, producida mediante la filtración de los rayos del sol por las copas más altas de los cipreses.La disposición de los árboles, magníficos y gigantes era una clave del encanto de este sitio: acomodadas las raíces en líneas paralelas, se acrecentaban la perfección de la naturaleza, maestra suprema de la ciencia matemática. Los árboles sin embargo habían tenido diferentes temperamentos, y unos habían sacado numerosos brazos imitando a las lechugas, y otros habían asomado sus raíces a la superficie, y otros más habían formado con sus troncos originales espirales, aristas, líneas y círculos.Por útimo cabe decir que había varios perales, fruto accidental de los vaqueros que habiendo terminado su faena en la ordeña, arrojaban los restos de fruta cortada de alguna región de la serranía.Hace cuatro días volví a ese sitio. Ojalá hubiera sido otro sueño. En el de hace tiempo, yo estaba en medio de aquel lugar y miraba decenas de árboles aserrados, mis pensamientos se volvían confusos y caía incada sobre la tierra. Lo que sucedió la semana anterior fue menos breve, pues llegue al "Cipresal" no por el camino de piedras y tierra como antes, sino a través de un camino muy bien pavimentado por el que pasaban camiones urbanos. Mientras subía el empinado camino sentí miedo al no observar desde lejos las copas de los árboles más altos. "¿Qúe está pasando?", pensé angustiada con los ojos ya llenos de lágrimas. No pude correr, conformándome con llegar lentísimo al inicio del "bosque". Sinceramente fue peor que en el sueño, pues no eran decenas, sino centenas de árboles los que habían desaparecido. Igual que en el sueño, no supe qué pensar. ¿Cuándo fue?!! ¿Porqué?!! ¿Es que no se dieron cuenta de lo que existía en este sitio?!! ¿Porqué nadie lo impidió?!!. . . ¿Quién fue?!! Porqué nadie responde?!!...A manera de bálsamo, Alguien me propuso contar los troncos cortados, cual cuerpecitos innertes de niños indefensos depués de un ataque masivo. 322. Eran 322 árboles. Dios, cuánto tiempo les tomó para desarrollar un tronco tan grande y tan fuerte!, quizá 40 o 50 años o más. Después de la rabia y el odio, sentí una lástima profunda por quien ordenó esa tala, y volví a comprobar que lo único infinito en esta tierra es la estupidez humana. Sin embargo también sentí pena por mis fantasías infantiles. Seguramente las hadas, volaron hacia otra parte y nunca las volveré a ver.




Comments:
Claudia, gracias por pensar y sentir así. No, insisto, no son lugares comunes porque tu texto transpira honestidad.
Gracias por tu escrito y tus imagenes.
 
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