martes, septiembre 12, 2006


ES UNA LÁSTIMA QUE LAS FOTOS QUE TOMAMOS EN NUESTROS SUEÑOS NO LAS PODAMOS GUARDAR.



Por Carlos Rodrigo F. Sáenz



Pasamos la tercera parte de nuestra vida dormidos. No se cuánto en realidad sea lo que otorguemos al sueño. Ya Shakespeare lo escribió: “estamos hechos de la misma materia que los sueños”.

Incontables las metáforas que en la vida conciente hacemos con lo onírico. Fantaso, Fobetor y Morfeo son las advocaciones de cada tipo de sueño que tenemos, según los griegos y los romanos; pero actualmente a nuestro mundo dormido han entrado nuevos dioses reguladores, dadores quizá, de nuevos sueños.

Los sueños son una vida aparte. Son una realidad tan intensa que nuestro cerebro nos tiene que proteger de ellos, bloqueando nuestra actividad física mientras dormimos.

Soñar es un misterio común. Pero ya lo dijo Jules Verne, “no hay nada que un hombre pueda soñar, que otro no pueda realizar”. “La vida es sueño”, respondería Calderón de la Barca. En fin, los sueños son una parte mítica en nuestra vigilia, pero una realidad tajante cuando aparecen.

Soñamos de todo, comúnmente recordamos las imágenes. Hay veces que despertamos con una melancólica nostalgia por no poder traer nuestros sueños con nosotros. Sentimos que perdemos algo valioso… aunque de alguna manera, que esto pase nos enseña (y nos recuerda) que lo inmaterial también tiene su importancia en nuestra vida.

Quienes creamos imágenes soñamos despiertos, y somos capaces de inventar y de compartir otras realidades. Incluso haciendo una sencilla fotografía, de esas que no tienen más pretensión que la de capturar ese algo mágico en un momento, que cuando lo percibimos concientemente no dejamos de intuir el alma, tan misteriosa y etérea como un sueño, y que quizá fatalistamente la limitamos a una imagen que, quieta o no, inquieta.


Somos soñadores y lo soñado. Nos sueñan. Soñamos. El verbo se hace imagen.

Comments: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?